Principios de la democracia energética

La democracia energética no tiene una definición unívoca. Sin duda, el término evoca el anhelo de un control colectivo sobre el sector de la energía, en contraposición a las ideas neoliberales a favor de la comercialización, la individualización y el control empresarial privado. La democracia energética aspira a poner en manos de los usuarios y los trabajadores de la energía el poder sobre todos los aspectos del sector, desde la producción, la distribución y el suministro a la financiación, la tecnología y el conocimiento. Los movimientos sociales que están desplegando el concepto de democracia energética también reivindican un sistema de energía socialmente justo, entendido como un sistema de acceso universal, con precios justos y con puestos de trabajo dignos, sindicalizados y bien remunerados. Proponen un sistema de energía que funcione en el interés público y en el que primen los objetivos sociales y ambientales por encima del ánimo de lucro. Y persiguen una transición en las formas de generación de energía que dé prioridad fundamental a las fuentes renovables. Para seguir desarrollando el debate, nos gustaría proponer los principios básicos siguientes.

Acceso universal y justicia social

Todo el mundo debería tener garantizado el acceso a una energía suficiente y asequible. Unos 1.600 millones de personas de todo el mundo, es decir, en torno al 20% de la población mundial, carecen de acceso habitual a la electricidad, y el número de personas que no puede pagar la factura de la energía no deja de aumentar. La reducción del consumo de energía y el fin de la pobreza deben ir de la mano. El sistema energético debería dar prioridad a las necesidades de las comunidades, los hogares y las personas marginalizadas.

Energía renovable, sostenible y local

Los recursos de combustibles fósiles deben dejarse en el suelo. Queremos que la matriz energética sea lo más renovable posible y, en última instancia, 100% renovable. Tenemos la responsabilidad de impulsar una transición ambiciosa hacia una sociedad baja en carbono para limitar los impactos del cambio climático sobre las futuras generaciones. Las autoridades (locales) deben dejar de invertir fondos públicos en combustibles fósiles y reinvertir ese dinero en mejorar la capacidad de las renovables. Un sistema local de energía renovable hace posible la conversión energética y la creación de riqueza en el ámbito local.

Titularidad pública y social

Los sistemas energéticos actuales, dominados por grandes empresas, tratan la energía como una valiosa mercancía de la que se debe extraer el máximo beneficio. El viejo modelo centralizado de titularidad estatal puede favorecer que se promuevan las plantas nucleares y de carbón, y se invierta en ellas. Satisfacer las necesidades de las personas y del planeta exige una lógica totalmente distinta a la basada en las relaciones de mercado. En todo el mundo están surgiendo nuevos modelos de titularidad municipal/pública y privada colectiva, a menudo en forma de cooperativas, poniéndose al servicio del interés público. Los medios de producción se deben socializar y democratizar.

Salarios justos y creación de empleos verdes

La expansión de las renovables ha creado más de un millón de oportunidades de empleo en la Unión Europea. Las personas que trabajan en el campo de la energía y los sindicatos del sector están en la primera línea de resistencia a la agenda de los combustibles fósiles de las grandes empresas y de lucha por una transición justa hacia un sector de energías renovables. Los trabajadores y las trabajadoras deben asumir un papel protagonista a la hora de impulsar la transición, con el fin de que los puestos que se creen en el sector de las renovables estén sindicalizados y reciban una remuneración justa.

Control democrático y participación

Con el fin de dar prioridad a las necesidades de las comunidades, se debería potenciar que la ciudadanía y los trabajadores participen más activamente en la política energética. Los sistemas energéticos públicos y sociales presentan un gran potencial para introducir mecanismos democráticos. El consejo de administración de una empresa municipal de energía puede reunir a usuarios y empleados para tomar decisiones clave. Los mecanismos democráticos pueden ser muy diversos, y van desde una asamblea abierta hasta la posibilidad de organizar un referendo vinculante. La transparencia del cien por cien de todas las operaciones es una condición previa.